No tenían muchas cosas en común,
sus edades eran distintas,
sus maneras de caminar no coincidían
y mucho menos la estatura.
Nunca pensaban igual,
tenían ideas muy diferentes.
Él era dueño de si mismo, ella era insegura.
Pero sus manos parecían haber sido hechas
como piezas exactas para encajar una con
otra, con los dedos entrelazados
para no separarse jamás.
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